Las parejas que permanecen unidas y felices; ¿cómo son, por dentro?

En nuestra cultura, ya no hay obstáculos: una pareja que se lleva mal puede elegir separarse. Sin embargo, muchas permanecen unidas. Una parte de ellas son, además, felices. Veamos cómo hacen estas últimas para que eso suceda.

Para algunos, que una pareja se separe es un hecho triste pero inevitable; como las fechas de vencimiento, los caprichos de la lotería o los estragos de la vejez.
Mi experiencia como psicólogo dice lo contrario. La separación no es fatal como la muerte. A veces es necesaria, y a veces una segunda pareja tiene una vida mejor que la primera. Pero muchas parejas navegan los años sin mayores problemas de convivencia, o pueden resolverlos.
Tampoco es verdad que una convivencia larga y feliz sólo se logre con aguante y sacrificio. Se logra, sobre todo, porque él y ella encuentran el modo de que la relación fluya y se vaya consolidando de a poco, a medida que encuentra su cauce. ¿Cómo lo hacen?
Lo que sucede es que se dan tiempo, antes de convivir, para observarse. Al principio han estado enamorados de una imagen idealizada del otro. Después intuyeron que el otro tenía condiciones para sostener un proyecto en común. Y fueron estudiándose y haciéndose preguntas y poniéndose a prueba, para ver si el amor se sostenía.
Dos experiencias son cruciales para confirmar si la pareja tiene futuro.
La primera: que la pareja ensaye períodos de convivencia. En ellos, puede que vayan generándose situaciones en las que compartan o construyan algo en común, que generen placer, humor, afecto, alegría, preguntas, confidencias, proyectos. Puede ser, por el contrario, que se encierren en temores y conflictos personales, y los invada el aburrimiento, la insatisfacción, los desencuentros, los silencios indecisos, las miradas huidizas, la parálisis, la falta de creatividad. En el primer caso, los períodos de convivencia se repetirán y prolongarán. En el segundo, se acortarán y extinguirán, y con ellos la pareja naciente.
La segunda experiencia ocurre si la primera tuvo buen resultado. ¿En qué consiste? En lo contrario: poder atravesar juntos períodos de separación, logrando que esos períodos afiancen la pareja en vez de disolverla. Motivos para separarse no faltan: trabajo, viajes, amistades, familias, cuarentenas…
Es entonces cuando se prueba la solidez del vínculo. O bien la separación confirma el amor, porque se recuerdan, se comunican y vuelven a reunirse en cuanto pueden; o bien la separación hace aflorar conflictos que habían quedado reprimidos cuando estaban juntos, y surge el olvido, la preferencia por otras personas, las discusiones cuando se comunican a distancia, la resistencia a volver o el malhumor cuando el otro vuelve.
Hay algo notable en todo este proceso de creación de una pareja. Lo que la hace duradera y feliz es el DESEO de cada uno por el otro. El deseo, es decir, la pasión: una fuerza emocional. Nada más opuesto a los contratos, las obligaciones, y las promesas.
Todos los acuerdos racionales caen si no hay deseo. Deseo: esa cosa que parece inestable, caprichosa, poco confiable. Y sin embargo… Una pareja puede ser una perfecta sociedad conyugal ante la ley, cumplir con todas las normas relativas a fidelidad y buen trato, e inclusive respetar el compromiso mutuo de convivencia. Pero si no hay pasión y ganas de estar juntos, sólo habrá desdicha. Y separación, o real o virtual.
Una pareja unida y feliz después de mucho tiempo es, al fin y al cabo, una pareja en la que todo puede haber cambiado, excepto el hecho de que ella y él todavía se desean. Como al principio.

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