Escribir teatro, aprovechando el teatro de todos los días

Algunas herramientas para escribir una escena, para representar en vivo, grabar o filmar. Útiles para políticos, psicólogos, abogados y demás personas que necesiten influir en un público.

Te ofrezco un procedimiento entre muchos. Tiene la ventaja de poder ser utilizado por profanos no dramaturgos. Se apoya en elementos centrales para la estructura de cualquier pieza teatral.
El primer paso es jugar con roles. Un rol es una función que una persona desempeña en la sociedad. Los hay en la vida privada (marido, suegra, hijo menor, amante), en la pública (vecina, arquero, compañero de asiento), en el trabajo (pianista, auditor, carnicero) o en otras actividades (manifestante, escultora, predicador). Pues bien: empezá por escribir una lista de roles que conozcas, por haberlos desempeñado u observado.
Cuando hayas escrito por lo menos veinte, elegí de entre ellos dos, cualesquiera, con la única condición de que, en la realidad, puedan entrar fácilmente en conflicto entre sí. Por ejemplo: gerente versus delegado gremial, madre vs. hijo adolescente, ministro vs. periodista, mozo de restaurante vs. cliente obsesivo, suegra vs. nuera, psicólogo vs. paciente suicida, esposo vs. amante de la misma mujer, vecina ruidosa vs. vecino escritor introvertido, abogado negociador vs. cliente iracundo, esposa insatisfecha vs. marido rutinario, plomero vs. ama de casa, vendedor callejero vs. transeúnte, hombre piropeador vs. mujer obsesionada por el acoso machista.
Hecho lo anterior, dibujá en un papel el contorno de un amplio rectángulo. Ese rectángulo es el escenario de un teatro, o el set de un estudio de TV o de cine.
Hay que transformarlo en un lugar imaginario.
Decidí qué lugar representa el escenario, buscando uno que favorezca el conflicto. Por ejemplo, para “madre vs. hijo adolescente”, un departamento, cuyos tres ventanales dan al frente del escenario, o sea, al público. A la derecha la cocina, al medio el living, a la izquierda el dormitorio.
Ahora pongamos a los dos actores en puntos fijos del escenario: por ejemplo, la madre en la cocina, trabajando; el hijo, en el living, escuchando heavy metal.
Recién en este momento conviene escribir el diálogo entre los dos. Hacé que digan lo que se te ocurra. No taches. No importa si lo que dicen es banal, repetitivo, absurdo, impresentable, ridículo. Ensayemos, por ejemplo:

MADRE.— Nene.
HIJO (canta).— I want you, baby.
MADRE.— ¡Nene!
HIJO (canta a gritos).— IIII waaant youuuu, baaaaby!
MADRE.— ¡¡Nene!!
HIJO.— ¡Traéme el desayuno, vieja!

A esta altura del diálogo, nos damos cuenta de que también les hemos dado indicaciones para la acción: “canta”, “canta a gritos”. Se llaman acotaciones, y van entre paréntesis.
Pero ahora, necesitamos que un actor se desplace. Nuestros personajes se han exigido mutuamente movimientos: la madre, que el hijo se levante; él, cantar y ser servido como cuando era un niño (estimulado por la madre, que lo ha llamado “nene”). Entonces, usando acotaciones, les indicamos la acción. Por ejemplo:

(La madre desaparece y reaparece en la ventana del medio. Se corta la música. El hijo se pone de pie, rascándose la cabeza.)

Ya estamos en condiciones de seguir el diálogo:

MADRE —Levantáte, haragán. Tenés que salir a buscar trabajo.
HIJO —¿Qué hora es?
MADRE —Hora de que te muevas. Estoy harta de estar atrás de todo en esta casa.

Y así sucesivamente, seguimos escribiendo. Verás que, en algún momento, se te abrirá otra puerta para la acción (no olvidemos la ventana que queda sin usar). La acción podrá entonces alimentar la escena, como antes, o llevarla a un punto final.
Felicitaciones: cuando termines, habrás creado una escena teatral. Ya podrás imaginar otra, independiente o continuación de la anterior.

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