El narcisismo, ¿amigo o enemigo?

En general, decir de alguien “es muy narcisista” significa señalar un defecto. Pero en psicología no hay defectos ni virtudes. Narcisistas somos todos. Veamos cómo.

¿Quién fue Narciso?
Los griegos, que crearon la historia, sacaron la idea de una plantita que crece junto a los ríos y da una flor blanca en forma de estrella.
Imaginemos ahora que todavía no hay flores de narciso en el mundo. En su lugar, encontramos a un adolescente, que vive en el bosque. Llama la atención porque es extraordinariamente hermoso; tanto que, a esta altura de la historia, ya lo han deseado y buscado muchas mujeres y hombres. Narciso nunca les ha prestado demasiada atención, porque es extremadamente tímido.
El padre de Narciso, el río Cefiso, y su madre, la ninfa Liríope, han buscado y querido a ese hijo. Cuando nació, llamaron al adivino Tiresias y le preguntaron por el destino de la criatura. Tiresias ha respondido misteriosamente: “vivirá mientras no vea quién es”.
Narciso ha vivido desde chico en el bosque, comiendo los frutos de los árboles, durmiendo bajo su sombra, bebiendo el agua de los manantiales.
Hasta que un día sucede algo insólito.
Narciso encuentra, por primera vez, un ancho espejo de agua cristalina.
Llevado por la curiosidad, se asoma.
Y ve a un muchacho en el agua, extraordinariamente hermoso, que lo mira con los ojos grandes de sorpresa. Por primera vez, Narciso siente el empuje de una pasión irresistible. Le habla, y el otro también habla, pero Narciso no puede oír su voz. Alarga la mano, y el otro también lo hace, pero cuando están a punto de tocarse, Narciso siente el frío del agua, y su amado queda borroneado por un momento. Cuando grita llamándolo, el otro grita. Cuando llora de impotencia, sus lágrimas caen al encuentro de las del otro.
Finalmente, comprende que nunca podrá reunirse con su amado. Pero no puede irse. Queda inmóvil, arrodillado, temiendo que el otro se retire. El día siguiente los encuentra en la misma posición. Pero Narciso se siente entumecido. Enflaquece lentamente, pero se aferra cada vez más al suelo de la orilla, mientras el muchacho del agua también se va encogiendo.
Al atardecer, Narciso ha muerto, convertido en la primera planta de asfódelo, que mira con su flor de cinco puntas al agua. El muchacho del agua, que no era otra cosa que su reflejo, ha desaparecido.
El mito de Narciso reflexiona sobre el destino fatal que tiene quien se ama solamente a sí mismo. No sólo no puede amar ni ser amado, sino que también es incapaz de amistad y empatía, y queda afuera de todos los intercambios amables de la vida cotidiana.
Todos nos amamos a nosotros mismos, por suerte: el narcisismo construye nuestra autoestima a la hora de amar, emprender, crear, jugar, discutir, opinar, producir. Pero, si nuestra energía narcisista es excesiva, tenderá a aislarnos de los demás. Y quien se queda solo, no tiene futuro: nada puede hacer sin interactuar, directa o indirectamente, con otro.
Quien anda con un espejo delante no consigue enamorarse; no hace buenos negocios porque no tiene en cuenta el interés del otro; no juega bien en ninguna clase de equipo; cría a sus hijos para ser amado y adorado por ellos; se aísla de sus amigos; es demasiado susceptible o vanidoso, o, al revés, se siente siempre abandonado y víctima.
Si percibimos que algo de eso nos sucede, sería bueno que nos acordemos de Narciso y de su destino cruel. Puede que, sin advertirlo, hayamos sustituido a los otros por fotocopias de nosotros mismos.

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